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Brasil se prepara para unas elecciones municipales marcadas por la violencia política



El pasado 8 de octubre, varios balazos en la cabeza acabaron repentinamente con la vida de Adriano Sousa Magalhães mientras cenaba en el centro de Dom Eliseu, una ciudad de 60.000 habitantes en el estado brasileño de Pará (norte).

Por Joan Royo Gual*

Adriano era candidato a alcalde en las elecciones municipales que se celebrarán en todo el país el mes que viene, y su trágica historia no es un caso aislado.

Según un reciente estudio de Terra de Direitos y Justicia Global, entre enero de 2016 y el 1 de septiembre de este año en Brasil hubo 125 asesinatos y atentados con motivación política, de un total de 327 casos de violencia en general (incluyendo también amenazas, agresiones y ofensas) contra políticos, candidatos y pre-candidatos.

El momento ahora es delicado, porque la gran mayoría de esa violencia se da en la escala municipal, donde las viejas rencillas, las traiciones y ajustes de cuentas son prácticamente la forma habitual de hacer política; el 91 por ciento de los casos mapeados corresponden a concejales, alcaldes o candidatos a estos cargos. Todos ellos están ahora inmersos en la campaña electoral que tendrá su primera vuelta el 15 de noviembre.

La coordinadora del estudio, Élida Lauris, comenta en declaraciones a Sputnik que aunque suele haber un pico de violencia en época pre-electoral lo cierto es que el fenómeno es permanente: «Se mantiene como parte de la gestión de la política municipal, marcada por los conflictos territoriales, los intereses económicos, la corrupción, la actuación de organizaciones criminales. El asesinato es una herramienta más de gestión, que lleva a la eliminación del opositor político», resume.

CASO MARIELLE Y BOLSONARO

La violencia política en Brasil tuvo un divisor de aguas en 2018. En ese año, la concejala de Río de Janeiro Marielle Franco, una destacada activista por los derechos humanos y las minorías, fue asesinada con varios disparos en el centro de la ciudad, y pocos meses después, el entonces candidato ultraderechista Jair Bolsonaro recibió una puñalada en el estómago en plena campaña electoral que casi acaba con su vida.

Los dos sucesos tuvieron un gran impacto en la sociedad brasileña, pero fueron percibidos como episodios aislados, no como la punta del iceberg de un problema atemporal y muy enraizado en la historia política del país, «y que ha crecido de forma clara desde 2018», añade Lauris.

La elección de Bolsonaro en octubre de 2018, con un discurso de enfrentamiento frontal contra los adversarios políticos (durante la campaña llegó a hablar de «fusilar a la «petralhada», en alusión a los integrantes del Partido de los Trabajadores) dejó marcas: si en 2017 se registraron tres agresiones, en 2018 fueron 11, y en 2019, 12.

EL EFECTO DE LA ULTRADERECHA

«Hay un tipo de violencia que ganó fuerza a partir de 2018 (…) lo llamamos polarización, pero a partir de 2019 (ya con el Gobierno de Bolsonaro) surgen personajes más cercanos a la extrema derecha, con perfiles más autoritarios que usan la violencia como espectáculo, lo que lleva a la explosión de las ofensas», die Lauris.

Colectivos tradicionalmente discriminados, como las mujeres, los negros y el colectivo LGTBI sufren especialmente con este discurso violento ahora reforzado a nivel institucional.

Algunos casos conocidos son los del diputado federal Jean Wyllys (Partido Socialismo y Libertad, PSOL), que tuvo que exiliarse, y el de su compañera de partido y también diputada federal Taliria Petrone, que recientemente solicitó protección a la ONU ante las continuas amenazas de muerte recibidas.

En casos como los citados entra en juego un factor determinante, el uso de «fake news» para destruir la reputación de las personas e incitar al odio, lo que para la autora del estudio es una forma de «sofisticación de la violencia». El Tribunal Superior Electoral (TSE) destacó recientemente que el uso de noticias falsas puede ser el mayor impedimento para la celebración de unas elecciones plenamente democráticas este año.

A nivel regional, llama especialmente la atención el caso de la violencia política en el estado de Río de Janeiro (sureste), con cinco asesinatos y cuatro atentados en el periodo analizado, sobre todo debido al poder creciente de las milicias, grupos mafiosos integrados por expolicías y exmilitares que ejercen la extorsión y tienen un fuerte brazo político.

«Es un fenómeno cada vez más consolidado. Legitiman sus acciones al tener a algunos de sus integrantes en mandatos electivos. Eso hace que la violencia sea repetitiva y permanente», explica Lauris. En la periferia de Río, en el conjunto de ciudades conocido como Baixada Fluminense, la milicia es uno de los principales factores de violencia política. Las amenazas y asesinatos de políticos son constantes.

*Sputnik

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