Europa parece haberse despertado tarde de una pesadilla que se ha hecho realidad. Su situación económica y a nivel energético (con todo lo que esto conlleva) está lastrando la vida de sus ciudadanos mientras sus dirigentes no adoptan acuerdos o políticas comunes que puedan sacar a flote el barco.
Ni los ministros de Energía coinciden con el tope al precio del gas, ni se ponen de acuerdo los mandatarios para hacer frente a políticas estadounidenses que lastran los intereses de las firmas comunitarias, ni hay un consenso político total sobre lo que ha precipitado la situación en Ucrania
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