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Feriado educativo de Lasso (1ª y 2ª parte)


Lasso prepara el feriado educativo

El candidato Guillermo Lasso acaba de lanzar una propuesta aparentemente original: el ‘voucher’ educativo, usando un anglicismo por vale o cupón que queda bien en idioma de banquero, pero que no suena a lenguaje de estadista. 

En vez de dar recursos para mejorar la educación pública, dice que dará en forma directa a los padres de familia, para que estos decidan qué educación quieren para sus hijos.
Pero no se darán cheques a los padres de familia, sino que darán una subvención al plantel elegido para la educación básica y el bachillerato (con mucha probabilidad privado, y ‘de prestigio’) y una diferencia más bien quedará como deuda a largo plazo para el padre pobre, en forma de ‘voucher’. Es decir, ya no hay que preocuparse por mejorar la educación pública, sino que se darán fondos a la educación privada.
De paso, las instituciones financieras van a tener también su tajada de la torta, no faltaba más. Solo falta que sea el Banco de Guayaquil el que maneje este sistema, tal como ahora administra el dinero de las visas a Estados Unidos.
Lo malo es que este sistema no solo que no es novedoso, sino que ya fracasó en Chile, en la educación preuniversitaria, durante la dictadura sangrienta de Pinochet. En el caso de los estudios de educación superior, en el gobierno de Ricardo Lagos, en 2005, se promulgó la Ley 20.027 con normas para el financiamiento de estudios de educación superior. La ley abrió paso a un sistema de Crédito con Aval del Estado (CAE) que endeudó a familias pobres durante 20 años, solo por soñar en dar educación universitaria a sus hijos.
Los resultados del CAE son alarmantes. A mediados del año pasado, según fuentes oficiales, hubo 120.000 morosos, contra 141.000 que todavía pagaban. Entre los que pagan, hay 123.000 egresados que en promedio mantienen una deuda individual equivalente a $ 8.000, 10 años después. El resto de los que siguen pagando (18.000) son desertores de la educación superior. Pero recuerden que la deserción pocas veces se da por vagancia; puede ocurrir por calamidad doméstica, enfermedad, embarazo y por causas académicas: equivocada elección de la carrera por parte del estudiante, inadecuados métodos de enseñanza y aprendizaje que desestimulan la permanencia, etc. El modelo exitoso de Chile es solo para gente exitosa.
El candidato banquero olvida que la educación es un derecho de los ciudadanos, no una demanda de sus clientes. La educación es el derecho que más fomenta la equidad social y la mejor herramienta para salir de la pobreza. La educación volvería a ser, en el supuesto no consentido de que ganara Lasso, una mercancía sujeta a la oferta y la demanda. Como el mercado es manipulable, ya se sabe cuáles serían los ganadores.
Mientras Finlandia ha demostrado que una educación pública excelente y gratuita es posible en la práctica, la candidatura de la derecha sueña con desmantelar la educación pública gratuita en todos sus niveles. La Constitución de Montecristi define la educación como un servicio público que se presta mediante instituciones públicas, fiscomisionales y particulares. Parece que Lasso no respetaría a la educación pública.
Uno de los más influyentes teóricos de la educación del siglo XX, el brasileño Paulo Freire, denunció la educación ‘bancaria’ como un mal que debe superarse para dar paso a una educación liberadora y creativa. Ecuatorianas y ecuatorianos quieren avanzar a un nuevo mundo más justo y próspero, no retroceder a un pasado infame.






Feriado educativo de Lasso (2ª parte)


El candidato Lasso ha hablado de implementar en Ecuador los vouchers educativos, algo que ya fue experimentado en Chile y luego en Colombia. Tampoco fueron estos países los inventores del mecanismo, pues antes se hizo la prueba en Estados Unidos. Hace una semana empezamos a hablar de los desastrosos resultados de esta iniciativa en Chile (desastrosos para los pobres que quedaron endeudados por 20 años, pues los planteles particulares ganaron dinero aportado por el Estado).
Los artículos ‘Vouchers for Private Schooling in Colombia: Evidence from a Randomized Natural Experiment’ (Angrist y colegas, 2002) y ‘Long-Term Educational Consequences of Secondary School Vouchers: Evidence from Administrative Records in Colombia’ (Angrist, Bettinger y Kremer 2006), ambos publicados en The American Economic Review, analizan el caso colombiano. En Colombia hubo gran demanda por el voucher que permitía estudiar en colegios privados; por eso se estableció una ‘lotería’ educativa. Este sistema de dar apoyo educativo al azar resulta interesante para los estadísticos, pero es injusto para los mejores estudiantes pobres, que debieron tener preferencia.
Más injusto resulta que el aporte estatal se dirija a la educación privada y no a la fiscal; al implementar este sistema se ayudó económicamente al sector privado con dinero estatal, que pertenece al pueblo, y ahondando así la diferencia entre los dos sistemas educativos. La investigación concluye que mejoró la educación para los favorecidos con esta lotería, hubo menos repetición de años y más ingresos a la universidad. Pero creció la educación particular en detrimento de la educación fiscal, que perdió recursos económicos y humanos.
Y ese fue el caso exitoso. En Chile fue fatal la aplicación del voucher. El artículo ‘The effects of generalized school choice on achievement and stratification: Evidence from Chile’s voucher program’ (Hsieh y Urquiola, publicado en el Journal of Public Economics, 2006) concluye que no hubo beneficios significativos para los estudiantes que participaron en esta iniciativa del dictador Pinochet en 1981, peor para la población estudiantil en general. Ese sistema, el primero en emplear vouchers en Sudamérica, permitió a cualquier estudiante ingresar a cualquier colegio privado, siempre y cuando su familia estuviera dispuesta a endeudarse por décadas.
Los que sí se beneficiaron, lo dice el mencionado estudio, fueron los 1.000 planteles particulares que plegaron al programa y aumentaron su matrícula en 20%, recibiendo el pago del Estado. La gran perdedora fue la educación fiscal, que perdió cuantiosos ingresos del Estado (que fueron a las empresas educativas) y perdió a buena parte de sus mejores estudiantes, lo que se reflejó en las estadísticas de excelencia educativa, en especial a nivel internacional. Lo peor es que las familias de los estudiantes que pasaron a los planteles particulares sufrieron en su economía.
Entonces, hay cuatro resultados claros y negativos. Primero, el deterioro de la educación pública hace más difícil que los pobres mejoren sus trabajos, pues los graduados en colegios privados siguen siendo los preferidos en los mejores empleos. Segundo, se elitiza la educación (en Colombia y en Chile nunca aceptaron a los estudiantes pobres en los planteles educativos privados de las élites). Tercero, la aplicación de los vouchers educativos es injusta porque genera deuda para los pobres. Y, por último, es ineficiente (el costo del programa en Colombia significó 24 dólares adicionales por participante, si se compara con lo que habría representado ampliar el cupo para los alumnos de los colegios públicos).
Fander Falconí
el telégrafo

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