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El ejército ruso no tiene prisa


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esde el principio, la Guerra de Ucrania ha sido lo que el ejército ruso ha querido que sea, porque es él quien tiene la iniciativa, que no ha perdido en ningún momento. El problema es determinar los objetivos reales que persigue con la guerra, más allá de las invocaciones formales de “desmilitarizar” y “desnazificar” Ucrania.

Aunque, según dicen, en toda guerra la primera víctima es la verdad, en el caso de Rusia no es así porque no hay suficiente información sobre la estrategia del cuartel general, sobre todo si la comparamos con la verborrea cotidiana de la OTAN y su lacayo Zelensky. Rusia no es un país de mentiras sino de secretos. Los oficiales rusos no convocan ruedas de prensa.

En cambio los medios de comunicación imitan a los occidentales y llevan a sus propios “expertos”, que saben divagar tanto o más que los occidentales. Ahora bien, a diferencia de su contraparte, sus comentarios -certeros o equivocados- están influidos por la política interna, más que por la internacional.

A diferencia de la basura occidental, en las cadenas de televisión rusas hay largos debates y críticas a la dirección de la guerra, mucho más ruidosos que las tediosas apostillas de los tertulianos españoles, por poner un ejemplo. En consecuencia, también hay más información e información más interesante, si bien la mayor parte de ella también es puramente especulativa.

Otra diferencia es que el ejército ruso no tiene ninguna prisa, como ha demostrado sobradamente desde el inicio de la guerra, que no es lo que esperaban los “expertos” de la OTAN. No ha habido una “guerra relámpago”, como en 1941, ni una “Tormenta del Desierto”, como en Irak, porque el tiempo juega a favor de Rusia, que está dejando que la OTAN y sus lacayos ucranianos se cuezan lentamente en su propio jugo.

Fuera de Occidente no existe el “shock and awe” (golpe e intimidación) de nuestras sociedades, amantes del vértigo y el café instantáneo. La doctrina militar “shock and awe” es consecuencia de la hegemonía imperialista de Estados Unidos, basada en el despliegue de una fuerza abrumadora, como los brutales bombardeos masivos, por ejemplo. No tiene nada que ver con la estrategia de desgaste que el ejército ruso ha puesto en práctica en Ucrania.

Los matones y los macarras no necesitan teorías militares sofisticadas. La inteligencia no es lo suyo. Les basta con ejercitar los músculos que entrenan cada día en el gimnasio. Lo mismo le ocurre a Estados Unidos, cuyo presupuesto militar es superior a la suma de los 8 países que le siguen. Les convence de que no hay rival que pueda desafiar su hegemonía con ninguna argucia militar.

Por eso no se explican cómo es posible que tuvieran que huir corriendo de Vietnam o Afganistán. Las academias militares están para glosar las victorias, nunca las derrotas. A lo máximo la explicación es la misma que la de la “Armada Invencible”, que fue vencida a causa del mal tiempo. Ahora que en Kiev comienza a nevar, los “expertos” recurren al mismo argumento que Goebbels: los nazis fueron derrotados en la URSS por culpa del frío, la nieve y el barro.

Sus neuronas no dan para más.

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