En Tel Aviv el ministro ruso se entrevistó con su homólogo israelí, Avigdor Lieberman, y el Primer Ministro Netanyahu. En ese mismo momento los israelíes anunciaban que sus cazas habían atacado con éxito una batería antiaérea siria que en marzo de este año lanzó un misil S-200 sobre una avión israelí que sobrevolaba Líbano.
“El misil sirio no logró alcanzar a ningún caza israelí”, publicó el diario Haaretz desde Tel Aviv con una sonrisa de triunfo en los labios. Por el contrario, la batería siria había sido destruida. Además, su ejercito había podido probar por vez primera el sistema antimisiles Arrow, siempre con éxito.
Desde el otro lado de la trinchera (perdón: de la frontera), en Damasco confirmaban que aviones israelíes habían violado el espacio aéreo sirio en Baalbeck y habían atacado causando “daños materiales”.
El misil de largo alcance S-200 es de fabricación rusa, el más utilizado por el ejército sirio y se considera un proyectil muy anticuado, lo que en la guerra moderna significa que debería llevarse a la chatarrería más cercana para del desguace.
A pesar de ello, el misil alcanzó a la aeronace israelí, que pudo regresar a la base, lo cual no ha sido reconocido por Israel ya que tiene un preocupante significado para ellos.
Al cabo de unas horas la prensa de Tel Aviv admitió que un caza, el sofisticado F-35, el avión de combate más caro del mundo, había quedado fuera de servicio “a causa de una colisión con un pájaro en un entrenamiento aéreo”. Las noticias seguían diciendo que el incidente había tenido lugar hacía sólo “unas semanas”. Pero no mostraban fotos del aparato.
El caza no se puede reparar porque su revestimiento de camuflaje ha sido dañado por un “pájaro”, un viejo misil capaz de acabar con el arma más sofisticada. En la foto, el misil S-200 hace años que descansa en el Museo Lesany de Praga como si no sirviera para nada…
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