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TRES PREGUNTAS A ALAIN DE BENOIST SOBRE EDOUARD BERTH


Con motivo de la reedición del libro de Edouard Berth, Guerre des Etats ou guerre des classes, publicado por Krisis, hemos preguntado a Alain de Benoist, autor del prefacio, sobre esta figura iconoclasta e inclasificable del socialismo francés, que sigue siendo una gran desconocida para el gran público a pesar de que su obra es importante para comprender el periodo de entreguerras. Entrevista realizada por Xavier Eman

ÉLÉMENTS: En el marco de la editorial Krisis, pero también en las páginas de la revista Éléments, ha emprendido un importante proyecto de reedición y «redescubrimiento» de la figura de Edouard Berth y de su obra. ¿Cuáles son los orígenes y las razones de su particular interés por este autor?

ALAIN DE BENOIST: Edouard Berth (1875-1939) suele ser presentado en los manuales de historia de las ideas como «el discípulo más fiel de Georges Sorel». Así que, básicamente, es un autor que pertenece al movimiento del sindicalismo revolucionario, por el que siempre he sentido gran simpatía. Pero también me interesaba porque su evolución le llevó a adoptar sus ideas en contextos muy diferentes, lo que también le convierte en un personaje «transversal». Me gustan los personajes «transversales», porque son personalidades polifónicas: ¡todo lo contrario de un disco rayado! También es lo que hace tan fascinante su itinerario político e intelectual, como intenté describir en el libro que le dediqué en 2013.

En 2007 Krisis reeditó su ensayo más conocido, Les méfaits des intellectuels, publicado en 1914. En aquella época, Berth era muy amigo de Georges Valois, que había pasado del anarquismo a la Acción Francesa. Fue con él con quien fundó el Círculo Proudhon, una estructura efímera que se convirtió en «mítica», al reunir tanto a monárquicos como a sindicalistas revolucionarios. Guerre des Etats ou Guerre des Classes se publicó diez años más tarde, en agosto de 1924. Desde las primeras páginas se ve claramente que el tono ha cambiado, al igual que las ideas expresadas en él. El enemigo sigue siendo el mismo – «nuestras democracias burguesas que sólo saben oscilar entre un cesarismo omnipotente y un individualismo de pura disolución social» – y el objetivo sigue siendo acabar con la «época plutocrática», recuperar el «encanto decente y modesto» del que se alimenta el «sublime proletario», pero el ángulo de ataque es diferente.

ÉLÉMENTS: En Guerre des Etats ou Guerre des Classes, Edouard Berth examina, para los militantes políticos de la época, la alternativa entre «fascismo» y «comunismo», entre Lenin y Mussolini. ¿Puede considerarse a Berth un teórico de esa famosa «tercera vía» política que muchos han buscado, pero que pocos han logrado trazar?

ALAIN DE BENOIST: No. Edouard Berth intentó más bien encontrar la «tercera vía» en la época del Círculo Proudhon, cuando quiso conciliar el «espíritu apolíneo» de Maurras y el «espíritu dionisíaco» de Sorel. En 1924, dos años después de la muerte de Sorel, Berth ya no esperaba nada de un movimiento de derechas que le había decepcionado demasiado. A sus ojos, ya no era el momento de una síntesis de las ideas de Maurras y Sorel. La alternativa dominante a principios de los años veinte era «Lenin o Mussolini», ¡o incluso «Maurras o Lenin»! La Revolución rusa había llegado y se había ido, y antes de ella, la Gran Guerra, que lo cambió todo. Al igual que Sorel, Berth condena enérgicamente la adhesión de la Action française a la «Unión Sagrada», así como de la CGT, en la que había depositado tantas esperanzas en el momento de la Carta de Amiens. A sus ojos, esta unión era doblemente inaceptable: Maurras, al que llamaba «jacobino blanco», se había traicionado así mismo «rebautizando como nacional lo que sólo era burgués», y la clase obrera se había dejado seducir por los partidos. Desde agosto de 1914», escribía Berth, “¡la A.F. ha dejado de existir moralmente”! De ahí el título de su libro.

En un principio, Georges Sorel acogió la revolución de 1917 como una sorpresa divina. «Habría que estar ciego para no ver que la Revolución rusa es el amanecer de una nueva época», escribió en el prólogo de Matériaux d'une théorie du prolétariat. En octubre de 1918 publicó incluso una «Apología de Lenin», texto bien conocido por todos los sorelianos, que fue incorporado a la 4ª edición de Reflexiones sobre la violencia. Edouard Berth pensó lo mismo durante varios años. A diferencia de Georges Valois, con quien había roto (temporalmente), no simpatizaba en absoluto con el fascismo. A partir de 1922 colaboró en la revista comunista Clarté, fundada el año anterior por Henri Barbusse, en la que presentaba a Lenin como una especie de santo soreliano, «que literalmente sólo vivía para la Revolución, en cuerpo y alma, con la devoción absoluta y total de un jesuita a su orden, un Grognard a su Emperador o un Maquiavelo a su Príncipe». Pero su entusiasmo no tardó en decaer y, a diferencia de muchos otros, no tardó en reconocer su error. En 1925 dejó de escribir para Clarté y empezó a criticarse a sí mismo. Lejos de resucitar los ideales de Sorel y Proudhon, la Revolución Rusa no había hecho más que instaurar una nueva dictadura de Estado, un «comunismo de termitas».

ÉLÉMENTS: ¿La obra de Berth tiene ahora un interés puramente «histórico» en el ámbito de las ideas políticas o podemos encontrar ecos de sus reflexiones y preguntas en el día de hoy?

ALAIN DE BENOIST: «La historia por la historia» es un poco como «el arte por el arte»: una fórmula que en realidad no significa nada. La Historia siempre está llena de ejemplos, contraejemplos y lecciones. A caballo entre la derecha y la izquierda, Sorel y Marx, Lenin y Maurras, Edouard Berth siempre se ha mantenido fiel a sus convicciones, partiendo de la idea de que «todos los heroísmos son hermanos, el militar, el religioso y el revolucionario». El objetivo primordial del sindicalismo revolucionario era la lucha contra la democracia liberal y el sistema monetario. Berth, que se consideraba un «servidor desinteresado del proletariado», siempre antepuso sus ideas (y ante todo a sí mismo). Su decidida inclinación a favor del pueblo – y de los pueblos –, su convicción de que la sociedad debe organizarse desde abajo y no de forma autoritaria desde arriba, su teoría de los antagonismos, su lucha a favor de la pluralidad, su gusto por la autonomía y la libertad, su obsesión por la decadencia, su denuncia de los valores del mercado y de la burguesía, su gusto por lo «sublime», su voluntad siempre reafirmada de combinar ideales opuestos, que a menudo le llevó a luchar en dos frentes al mismo tiempo, la propia originalidad de su trayectoria personal, hacen que su pensamiento sea más actual que nunca.

Dejo al lector que descubra su libro. Por mi parte, me gustaría extraer una simple observación con la que ni Jean-Claude Michéa ni Christophe Guilluy estarían en desacuerdo en la época de la «Francia periférica» y del auge del populismo: «En todos los países, son los pueblos, mucho más apegados al suelo y a la lengua y a todo lo que constituye una patria que las clases acomodadas, cuya vida es más cosmopolita (la riqueza es un factor de desnacionalización rápida), los que representan lo más autóctono de cada país».  Indígenas de todos los países, ¡uníos!

Alain de Benoist

Fuente: https://www.revue-elements.com/trois-questions-a-alain-de-benoist-a-prop...

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

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