
La visita de Wang Yi, ministro de Asuntos Exteriores de la República Popular China, a Rusia es a la vez un acontecimiento ritual muy significativo.
Actualmente mantenemos una asociación muy estrecha con China. Existe una alianza geopolítica entre Rusia y China. Y ningún otro proceso de la política mundial puede cambiar por absolutamente nada de esta alianza. Por mucho que terceras fuerzas intenten enemistarnos, es sencillamente imposible, porque contradice el carácter de nuestros líderes, nuestros intereses geopolíticos y el sistema de relaciones que se ha formado entre nuestros países.
La visita de Wang Yi es realmente una forma de ritual, ya que no cambia ni puede cambiar nada en nuestras relaciones, que se desarrollan según su propia lógica y presuponen un intercambio similar de visitas de representantes de ministerios y departamentos a distintos niveles. Se trata de un bello ritual diplomático confuciano, cuando representantes plenipotenciarios regulares de dos grandes potencias, polos del mundo multipolar, se encuentran y discuten problemas acuciantes. Y en este sentido, la visita de hoy pertenece realmente al mundo de la etiqueta diplomática y geopolítica.
Pero, por otro lado, también se discutieron con Wang Yi las relaciones entre Estados Unidos y Rusia y, en general, todo lo relacionado con Donald Trump. Estos acontecimientos aportan nuevos elementos significativos a nuestra geopolítica común y exacerban en parte las relaciones entre Estados Unidos y China. La forma en que Trump está cambiando la geopolítica en las relaciones con sus socios europeos, así como la nueva situación política en los propios Estados Unidos, también afectan directamente tanto a China como a nosotros.
Nos afecta porque estamos en guerra con EEUU en Ucrania. Y aunque Trump aparentemente quiere salir de ella, el acuerdo que nos ofrece no satisface a nadie: ni a nosotros, ni a Ucrania, ni a Europa. Un tratado firmado apresuradamente no nos beneficia y esto claramente irrita Trump. Así que vemos en el horizonte una especie de pequeña escalada. No se trata de algo tan significativo como bajo Biden, por supuesto, pero las tensiones entre Estados Unidos y nosotros están aumentando de nuevo. Sucede lo mismo con China. Por supuesto, todo esto debería haberse discutido durante la visita del jefe de la política exterior china a Rusia. Creo que las posiciones de Rusia y China son más o menos las mismas con respecto a este tema.
No sobreestimamos a Trump y no creemos que nos vaya a traer la Victoria en bandeja de plata. Eso es imposible. Pero lo evaluamos con sobriedad, señalando los muchos aspectos positivos del trumpismo como el regreso a los valores tradicionales y otras muchas iniciativas que defendemos. Es obvio que Trump es mucho mejor que la anterior administración estadounidense. Pero esta simpatía por el trumpismo no significa que estemos dispuestos a renunciar a nuestras propias ideas fundamentales en política internacional por unas promesas dudosas y difíciles de cumplir.
Dicho esto, sé que a algunos trumpistas les gustaría proponer a Rusia una alianza con Estados Unidos en lugar de nuestra alianza con China. Pero esto es simplemente ingenuo y poco realista. Otra cosa sería que los actuales polos de poder del mundo multipolar – Estados Unidos, China, Rusia e India – acordaran juntos cuales serían las nuevas reglas posliberales de un mundo posglobalizado. Eso sería algo.
Es hora de empezar a hablar en serio de la redistribución de las zonas de influencia y de los intereses de los Estados-civilizaciones soberanos. Y, por cierto, todos estos Estados tienen mucho más en común que diferencias. Así que, evidentemente, no se trata de cambiar una alianza con China por una alianza con Estados Unidos. Quienes ingenuamente suponen esto no entienden en absoluto ni a Putin ni a Xi Jinping.
En consecuencia, no podemos discutir con China; tenemos valores comunes, intereses comunes y una estrategia común: la Gran Eurasia. Todo esto no está sujeto a ningún intercambio y no está en venta, como tampoco lo están nuestra Victoria y nuestros intereses nacionales. Por cierto, tampoco lo están los intereses estadounidenses. Y aquí podemos entendernos, pero para llegar a un consenso nos falta mucho, mucho camino por recorrer. Es bueno que ya nos hayamos embarcado en ello, pero Trump aún tiene mucho que entender en un mundo multipolar. Nosotros y China vivimos en este mundo, lo hemos creado y lo estamos construyendo.
Por supuesto, la América trumpista también tiene su lugar propio en este mundo multipolar, pero no será el hegemón ni el único polo. En consecuencia, Trump no puede seguir una política de divide y vencerás. Especialmente dividir a Rusia y China, tratando de enseñorearse de nosotros. Eso, desde luego, no va a pasar. Sin embargo, en estas circunstancias, es importante que conciliemos nuestras posiciones y mostremos nuestra conciencia común con China respecto a los procesos que están teniendo lugar, incluida la evaluación de los nuevos desafíos que implica Trump en el escenario de la política mundial.
De hecho, todo este fue el tema principal de la visita de Wang Yi a Rusia. Y, por lo que sé, durante las negociaciones, las partes se entendieron perfectamente y nuestras valoraciones coincidieron plenamente. Sí, los riesgos están aumentando; sí, la agresividad estadounidense se está desplazando ligeramente de Rusia a China, pero esto no es fundamental ni irreversible. La mejor manera de preservar nuestra soberanía es estar preparados para repeler cualquier agresión, venga de donde venga. Este es el principio fundamental que seguimos y la principal vía para que el mundo se convierta en un mundo justo. Comprender y respetar al otro y no traspasar las líneas rojas.
En resumen, el ejemplo de diplomacia que Rusia y China están demostrando ahora al mundo entero es útil no sólo en nuestras relaciones bilaterales, sino también en las relaciones de nuestros países con países de todo el mundo. Así que sean como los rusos, sean como los chinos y serán felices.
Aleksandr Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
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