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COMIENZA LAS PRIMERAS ETAPAS DEL CHOQUE: ¿QUIÉN SOBREVIVIRÁ?


La guerra de los aranceles no es un mero episodio de las relaciones económicas; es el comienzo de un nuevo mundo. Trump quiere crear las condiciones dentro de Estados Unidos para traer de vuelta del extranjero los activos económicos que han abandonado el país, especialmente la industria. El objetivo es restaurar la soberanía económica y generar impulso para el desarrollo interior.

Pero la cuestión es sabe si ya es demasiado tarde para hacer esto. Los deseos de Trump podrían dañar o incluso destruir la economía estadounidense, dado lo arraigada que está la mentalidad parasitaria en su sociedad. Pocos quieren producir y todos quieren consumir. Es una nación parasitaria moldeada por el liberalismo, la perversión, el hedonismo y la decadencia.  Quizá los estadounidenses ya se hayan transformado irreversiblemente en una masa de degenerada de ciudadanos subalternos o puede que no. Ya veremos: ésta es la prueba de choque.

Imagínense dos coches acercándose a toda velocidad a un muro: uno chino y otro estadounidense. Uno sobrevivirá y el otro no. Es así de simple.

En mi opinión, China podría sobrevivir al choque debido a su fuerte identidad cultural y a la resistencia del pueblo chino. China no existe únicamente en el mundo material, sino también en un mundo confuciano, ético y espiritual. Incluso si las cosas empeoran, China ha acumulado una vasta base tecnológica y desarrollado un mercado enorme. En caso necesario, puede valerse por sí misma.

Otros países sufrirán las consecuencias de esta guerra arancelaria. Se verán obligados a reposicionarse. Si ceden a la presión de Trump, se verán empujados hacia la independencia, no de Trump, irónicamente, sino del sistema globalista que engendró su dependencia. En ese sentido, Trump está atacando a la iglesia de la globalización liberal: su parasitismo, sus perversiones y su dictadura oculta.

Irónicamente, puede acabar obligando a los países – incluida la UE – a redefinirse. Las naciones con aranceles deben responder. Deben reestructurar sus economías. Aquí, China podría desempeñar un papel fundamental, ayudando a estas naciones a recuperar algún tipo de independencia, pero de una forma muy diferente a la anterior. Se necesitará una China diferente. Un enfoque diferente.

Trump podría imponer aranceles a Europa y, al mismo tiempo, tratar de impedir que se relacione con China o Rusia. Puede que les permita sobrevivir, pero solo bajo sus condiciones. Eso es la guerra. Es una guerra económica. Los países bajo el régimen arancelario de Trump no se independizarán de la noche a la mañana. Al principio, estarán confundidos. Estarán perplejos. Pensarán que esto es temporal. No captan la seriedad ni la profundidad de la visión de Trump: reconstruir completamente el sistema mundial bajo ideales muy diferentes a los esgrimidos por los liberal-globalistas. Su nuevo paradigma es el de los «grandes espacios», donde los bloques de poder afirman el control sobre regiones enteras.

Trump, sin embargo, no tiene forma real de influir en dos potencias: China y Rusia. Todos los demás se pliegan a su voluntad. Usted y nosotros somos las excepciones. Por eso debemos ser aliados. Debemos permanecer cerca, apoyando a nuestros amigos en Irán, Corea del Norte y otros lugares, es decir, aquellos que luchan por reclamar su soberanía como lo hemos hecho nosotros.

Tenemos muchos aliados. Pero también debemos aceptar que ya no podemos jugar con las viejas reglas de la globalización. Ese juego se ha acabado. Las élites liberales, tanto en China como en Rusia, deben ser descartadas. Ya no son útiles. Pueden ser sacrificadas sin lugar a dudas.

Aleksandr Dugin

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

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