
Trump está vacilando sobre Ucrania. Su posición ha cambiado de considerar que esta guerra no fue iniciada por él y que no puede continuarla a, por el contrario, declarar que es necesario «salvar a Ucrania».
Para empezar, conviene recordar que la guerra, en efecto, no la empezó él, sino por sus enemigos inmediatos y oponentes ideológicos que buscan continuar esta guerra contra Rusia. Sus actuales oponentes ideológicos en Europa son Starmer, Macron y Mertz. Fueron precisamente sus enemigos estadounidenses – Biden, Blinken y Victoria Nuland – quienes iniciaron la guerra de Ucrania.
Y si hablamos de Trump no sólo como político, sino de Trump como ideólogo del trumpismo, entonces lo que debería hacer es salvar su proyecto de MAGA («Make America Great Again») y no Ucrania. Y esto último es muy difícil, porque los restos de las instituciones globalistas siguen siendo obstáculos. Ellos son los que buscan lanzar un contraataque, capturar a Trump, suprimir su voluntad y obligarlo a participar en una guerra que está dirigida esencialmente contra sí mismo.
La idea de salvar a Ucrania cuando simplemente ya no es posible salvarla (sobre todo teniendo en cuenta que Ucrania como proyecto es sólo una creación abstracta globalista y rusófoba que se ha convertido en un régimen terrorista) porque es un simulacro. Y si Trump se lo toma en serio, entonces terminará desatando consecuencias muy desafortunadas. Si intenta llevarlo a la práctica, lo cual es poco realista, se verá arrastrado a una guerra larga e interminable, y de hecho sus políticas no serán diferentes de las de su predecesor: el pantano drenará a Trump y no Trump al pantano.
Por supuesto, espero que las palabras sobre «salvar Ucrania» no sean más que algún tipo de excusa. Una frase que no significa nada en realidad, sino que pretende aplacar a sus enemigos. Si Trump realmente está tratando de entablar algún tipo de diálogo y complacer a los que son sus principales enemigos, los globalistas (y Ucrania es un proyecto de los globalistas), entonces está yendo claramente en contra de su proyecto.
Paralelamente, podemos ver cómo la posición de Trump en los EE.UU. empieza a tambalearse. Además, esta valoración no es alta entre sus oponentes, prácticamente siendo cero. Pero entre sus partidarios, a los que Trump convenció en vísperas de las elecciones y tras el primer desfile triunfal del trumpismo (MAGA), ahora empiezan a sentirse decepcionados.
Todavía no es un problema crítico. Pero uno no puede dejar de notar la falta de una política consistente a la hora de detener y juzgar a las élites liberales globalistas. El tema de Canadá y Groenlandia ha pasado a un segundo plano. Cada vez se habla menos de Elon Musk. ¿Sigue existiendo el DOGE o no? ¿Se han pospuesto los aranceles anunciados? ¿Y no está empezando Trump a escuchar a Macron y Starmer que, según la lógica del trumpismo son sus enemigos y los enemigos de MAGA, en lugar de limitarse a dejarlos a un lado y derrocarlos con ayuda de la CIA?
Juntando todo esto, podemos suponer que Trump está empezando a vacilar y a pausar el curso triunfal de sus reformas. Hasta ahora, esto no es una derrota estratégica, sino sólo un ajuste táctico, pero también es extremadamente doloroso. Porque los globalistas están empezando a creer que fueron capaces de dirigir a Trump por el falso camino de «salvar a Ucrania», es decir, prepararse para la guerra con Rusia. Y en este contexto, es muy posible que Estados Unidos aplique algunas nuevas sanciones contra Rusia. Especialmente después de los repugnantes discursos antirrusos de los senadores republicanos John Neely Kennedy y Lindsey Graham. Además, esta retórica es completamente incompatible con el trumpismo ideológico coherente.
Al mismo tiempo, para Trump, Ucrania carece fundamentalmente de toda importancia. Podría dejar de lado el proyecto y retirarse de él. Esa sería la mejor solución. Lo único mejor es la constatación directa de que Ucrania nos pertenece. Dárnosla y ya está. Decir: “Soy un político fuerte, hago lo que quiero. Le doy Ucrania a Putin y todo el mundo se calla”.
En cuanto a nosotros, estuvimos en guerra con Estados Unidos en Ucrania, y seguimos estándolo ahora. Estamos dispuestos a continuar, pero también estamos dispuestos a la paz, si es que hay buena voluntad por parte de Occidente. Y no hemos perdido esta guerra, a pesar de que todo Occidente ha armado hasta los dientes al régimen terrorista, una banda de extremistas, nazis y maniáticos asesinos que se hacen llamar «ucranianos». Al mismo tiempo, Trump parece ignorar el hecho de que si Ucrania no existiera en absoluto, la Rusia de Putin sería un país neutral o incluso amigo en un momento en que Trump tiene muchos adversarios.
Sin embargo, si Trump favorece la guerra, no nos queda más remedio que continuarla. Pero no es un fanático, sino un realista, aunque ahora se encuentre, creo, en el momento más difícil de su segundo mandato. De hecho, hay que reconocerlo, Trump es peor para los globalistas que Putin o cualquier otro. Por eso buscan ahora, tras darse cuenta de que la resistencia frontal es inútil, arrastrarlo al suicidio. Este es exactamente lo que significa «salvar Ucrania», una trampa diseñada para meter a Trump en un pozo negro lleno de locos terroristas dementes, cualquier interacción con ellos es tóxica.
Ucrania es una bomba sucia colocada por los globalistas bajo Trump. Y esta bomba sucia está funcionando, envenenando su política, confundiéndolo. Trump podría querer concluir una tregua, pero es simplemente imposible hacerlo antes de la Victoria rusa. Por lo tanto, una señal positiva seria que si admitiera la derrota: “el alto el fuego no funcionó, yo no empecé esta guerra, lo siento por los ucranianos, pero es lo que ahí. Vosotros, eslavos, grandes rusos, pequeños rusos, ocupaos de vosotros mismos y de Europa, es asunto vuestro, no mío. Mi problema es Groenlandia y Canadá, América primero”. Esa sería la solución más sensata.
Eso sería lo mejor para MAGA, de lo contrario, demostrará ser un movimiento pequeño y patético.Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
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