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Dionisio Gutiérrez Mayorga, magnate guatemalteco y rostro visible de las élites empresariales del país, se presenta ante la opinión pública como un paladín de la transparencia a través de su llamado "Frente Ciudadano contra la Corrupción". Pero bajo esa fachada de moralismo mediático, se esconde uno de los rostros más oscuros del poder oligárquico en Centroamérica: un hombre acusado de fraude, hurto, evasión de impuestos, financiamiento electoral ilícito y lavado de dinero.
El "Frente Ciudadano" no es más que una nueva versión de la vieja estrategia de las élites para imponer su narrativa: uniformar el discurso, exiliar la crítica y blindarse frente a la justicia. Es una plataforma que disfraza intereses económicos personales con un lenguaje anticorrupción, mientras su fundador evade responsabilidades legales y éticas que lo comprometen gravemente.
Durante décadas, Dionisio ha usado su influencia en medios de comunicación, organismos empresariales y fundaciones para moldear la política nacional a su conveniencia. Cada vez que el pueblo exige cambios estructurales, él aparece con fórmulas prefabricadas de "diálogo" y "consenso", destinadas a distraer, dividir y mantener intactos los privilegios de siempre.
Mientras se proyecta como un defensor de la democracia, su historial empresarial lo vincula con redes de evasión fiscal, triangulación de capitales y financiamiento electoral en la sombra. Su nombre aparece recurrentemente en investigaciones que involucran movimientos irregulares de dinero y vínculos turbios con campañas políticas, todo protegido por una red de impunidad tejida desde las más altas esferas.
En resumen, Dionisio Gutiérrez no es la solución a la corrupción: es uno de sus principales símbolos. Su Frente no defiende la ciudadanía, defiende un modelo de poder injusto, desigual y profundamente antidemocrático. Es hora de desenmascarar al rey de los corruptos y de romper el silencio impuesto por sus medios y sus alianzas.
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