
Joakim Andersen explica la antropología de la Nueva Derecha y la importancia de que los grupos posean «larga memoria».
Extracto de Rising from the Ruins: The Right of the 21st Century de Joakim Andersen (Arktos, 2018).
Un aspecto central de la crítica de la Nueva Derecha al mundo moderno y al liberalismo es la relación de estos dos con la identidad. El liberalismo es enemigo de la identidad, en parte porque no tiene en cuenta nada que no sea el individuo. El liberalismo es, en la práctica, un universalismo que produce «individuos» desarraigados incluso donde antes no los había.
En oposición a esto, la Nueva Derecha defiende el derecho a la diferencia y a los grupos que poseen una larga memoria. La forma en que la Nueva Derecha ve la cultura está muy influida por la antropología filosófica del alemán Arnold Gehlen. Gehlen sostenía que la humanidad se diferencia de otras especies animales en que creamos una «segunda naturaleza»: una cultura. Esto se debe a la insuficiencia de los instintos del hombre para controlar el mundo. Si se elimina la cultura, poco quedará de las cualidades que generalmente percibimos como humanas. La cultura es la suma de esta segunda naturaleza, lo que implica que está en constante evolución. Constantemente aprendemos cosas nuevas y reevaluamos cosas que aprendimos antes, lo que hace que nuestra cultura evolucione. Sin embargo, esta evolución siempre se produce sobre el trasfondo de la cultura actual: cualquier novedad que encontramos, la interpretamos utilizando esa misma cultura que ya hemos obtenido. Se trata de una visión orgánica y metamórfica de la cultura, distinta del odio de los liberales a la costumbre y la tradición, así como de la cultura ideal monolítica e inmutable de los hipotéticos archirreaccionarios.
La Nueva Derecha, influida por Heidegger, sostiene que somos auténticos, fieles a nosotros mismos, cuando vivimos nuestra cultura. Nuestra cultura nos proporciona modelos para una buena vida y es cuando encarnamos estos modelos ancestrales en nuestro tiempo, con nuestros semejantes, cuando somos fieles a nosotros mismos y cuando nuestras vidas cobran verdadero sentido. La cultura nos da sentido y nos explica quiénes somos y por qué estamos aquí; nuestra cultura nos proporciona una identidad.
Conectado a este énfasis en las diferentes culturas y la identidad está el etnopluralismo o «derecho de los pueblos». Esto significa que ideas como «la raza humana» y «los derechos humanos» son conceptos en gran medida vacuos, teniendo en cuenta que las cualidades que nos hacen humanos están enraizadas en la cultura y que los humanos no tienen una única cultura sino innumerables, cada una diferente de la otra. Aquí es donde entra el concepto de biocultura, que no es reducible ni a la raza biológica ni a la comprensión nacionalista cívica de la cultura. El futuro imaginado por la Nueva Derecha es uno en el que los pueblos europeos y de ascendencia europea del Nuevo Mundo han recuperado su voluntad de vivir y su larga memoria. La larga memoria se ha conservado en la cultura desde tiempos inmemoriales y ha inspirado repetidamente grandes esfuerzos a lo largo de su historia. No se trata de añorar nostálgicamente algo fuera de la realidad o de nuestro tiempo presente, sino de vivir estos recuerdos como se viven una y otra vez con cada nueva generación. De este modo, nuestros largos recuerdos están siempre orientados hacia el futuro, y seguirán vivos mientras haya europeos. Esta visión se denomina arqueofuturismo, un concepto útil que el siempre creativo Guillaume Faye ha desarrollado en su libro del mismo título. En esta obra, Faye propugna una síntesis entre valores arcaicos y tecnología futurista. No se basa en Evola o Klages, sino más bien a Nietzsche y Locchi. Faye explica su punto de partida filosófico como «constructivismo vitalista» y delinea un futuro fascinante, que incluye tanto la alta tecnología como la agricultura ecológica a pequeña escala.
La antropología de la Nueva Derecha no es monolítica y ha cambiado con el tiempo. Al principio, estaba influida por las ciencias de la vida, como la sociobiología, la etología y la genética humana (algunas partes de esta última se denominan ahora HBD, biodiversidad humana, pero hablaremos de ello más adelante). Esto situó los puntos de vista de la Nueva Derecha cerca de los de Hans Eysenck y Konrad Lorenz. Desde entonces, de Benoist y otros se han acercado gradualmente a una antropología más sociológica, distanciándose de lo biológico. En la actualidad, de Benoist se opone a las teorías de la raza en las que algunos grupos se consideran intrínsecamente inferiores a otros. Otras partes de la Nueva Derecha, sin embargo, no han cambiado su enfoque del mismo modo que De Benoist y han seguido desarrollando su antropología en una dirección sociobiológica. Las diferencias entre las perspectivas son graduales y la contribución más valiosa de la Nueva Derecha al campo es la síntesis de la sociología biológica y cultural, denominada biocultura. Esto recuerda a la idea de Klages y Woltmann de que algunos tipos humanos son continuamente excluidos del acervo genético de algunas sociedades en un proceso de autoincremento. En una cultura en la que el beneficio se valora por encima de todo, los soñadores y los guerreros no son los que más éxito tienen. Con el tiempo, la genética moldea las culturas y viceversa. La Nueva Derecha prefiere ser calificada de etnodiferencialista en lugar de «racista», ya que sus puntos de vista no tienen nada que ver con el odio, sino con el reconocimiento y la valoración de las diferencias de los distintos grupos. En comparación, los llamados antirracistas suelen ser incapaces de reconocer tales diferencias, o no están dispuestos a hacerlo, y no tienen en cuenta ni siquiera las pruebas científicas más inequívocas.
También existe cierta disparidad entre las opiniones de la Nueva Derecha sobre la Europa multiétnica que es el resultado de décadas de inmigración masiva. De Benoist no ve la repatriación pura y simple como una opción realista, sino que propone una política pública marcada por el reconocimiento de los grupos. Su solución no es la asimilación y homogeneización jacobinas, sino, por el contrario, una política que recuerda más el concepto hegeliano de reconocimiento mutuo, así como el de Minderheit und Mehrheit (minoría y mayoría) del sociólogo e historiador alemán Henning Eichberg. La situación actual, en la que se niega y silencia la existencia misma de los grupos, es desconcertante e insostenible. Otros, dentro del movimiento, proponen en cambio la repatriación, considerando que, de lo contrario, la sociedad multiétnica desembocará en una guerra civil y, en última instancia, en la desaparición de los pueblos europeos.
Joakim Andersen
Fuente: https://www.arktosjournal.com/p/anthropology-identity-and-long-memories
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
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