
El Socialismo que fue ejemplo de buen vivir: Traición, saqueo y disolución de la Unión Soviética.Durante décadas, la Unión Soviética representó un modelo alternativo de organización social y económica basado en los principios del socialismo: el trabajo sin esclavitud, la propiedad colectiva de los medios de producción, la distribución equitativa de la riqueza y el acceso universal a derechos fundamentales como la salud, la educación y la vivienda. Fue un sistema imperfecto, sin duda, pero que logró avances impresionantes en bienestar, ciencia, arte y dignidad para millones de personas, construyendo una sociedad sin mendigos, sin desempleo y sin la brutal desigualdad capitalista.
El buen vivir soviético
Bajo el socialismo soviético, se vivió una etapa histórica donde el trabajo no era una forma de esclavitud moderna, como ocurre hoy bajo el capitalismo salvaje, sino una actividad socialmente dignificada. Las riquezas no se acumulaban en manos de una élite empresarial, sino que eran redistribuidas para el desarrollo común: transporte gratuito, universidades públicas de alto nivel, misiones espaciales, industria nacional poderosa y autosuficiencia tecnológica. Era un modelo que, con sus limitaciones, buscaba la emancipación del ser humano y no su degradación a consumidor obediente.
La traición desde dentro: Gorbachov y Yeltsin
Sin embargo, este proyecto fue traicionado no desde afuera, sino desde el corazón del poder soviético. Mijaíl Gorbachov, presentado como un reformista, abrió la puerta al desmantelamiento del sistema bajo el pretexto de “modernizarlo” con su política de perestroika y glasnost. En realidad, lo que hizo fue desindustrializar al país, endeudarlo, y entregar su soberanía económica a Europa y al FMI. “Es mejor comprarle a Europa que producir nosotros mismos”, decía. Ese pensamiento destruyó la base misma del socialismo productivo.
Luego vino Boris Yeltsin, un político oportunista y alcohólico, quien tomó el control tras la caída de la Unión Soviética y entregó las fábricas, las minas, las industrias pesadas y los bancos a un puñado de oligarcas que se enriquecieron mientras el pueblo soviético caía en la miseria, el desempleo, el alcoholismo, y el colapso social. Privatizó lo que antes pertenecía al pueblo. Su golpe final fue la disolución de la Unión Soviética, un acto que jamás fue aprobado por los pueblos de las repúblicas y que fue ejecutado sin ningún consenso, orquestado en secreto por Yeltsin, obedeciendo intereses geopolíticos y económicos de Estados Unidos.
El plan oculto: desde Nikita Jruschov hasta la CIA
Pero este desmantelamiento comenzó mucho antes. Muchos sostienen que Nikita Jrushchov, al asumir el poder tras la muerte sospechosa de Stalin, inició la infiltración del pensamiento liberal y anticomunista en el seno del poder soviético. Existen versiones —silenciadas por la historia oficial— que indican que Stalin fue envenenado para permitir este cambio de rumbo. Así, la élite que luego ascendería con Gorbachov ya venía preparándose para dinamitar el sistema socialista desde adentro, bajo influencia de agencias de inteligencia extranjeras como la CIA.
Un modelo que hoy sigue siendo referente
Hoy, muchos pueblos recuerdan con respeto el modelo soviético. Incluso países capitalistas como Reino Unido y Estados Unidos intentaron copiar elementos del socialismo (educación pública, seguros médicos, pensiones) para evitar que sus pueblos miraran con demasiada admiración hacia el Este. A pesar de su caída, el socialismo dejó huellas imborrables: hombres y mujeres formados, científicos, artistas, pensadores, obreros dignos, y generaciones enteras con acceso a una vida sin explotación ni miseria.
Conclusión: el capitalismo es la esclavitud moderna
El capitalismo actual ha destruido no solo el planeta y las economías nacionales, sino la dignidad humana. Nos convierte en piezas descartables del mercado, en consumidores vacíos, esclavos de las deudas y las pasiones impuestas. Como decía mi padre: “Estudiar, estudiar, y no serás cuando crecido el juguete vil de las pasiones ni el esclavo servil de los tiranos”. Una frase que hoy cobra más fuerza que nunca.
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